lunes, 9 de noviembre de 2009

Honduras antes y despues


La vida en Honduras continúa en medio de la pobreza y la violencia.


El periodista P. Ordaz nos trae un relato conmovedor. Se trata de un niño que aun vive en una de las tantas colonias de Tegucigalpa (en un cementerio), donde los críos juegan al futbol o al escondite, entre aquellos que supuestamente deben descansar en paz.


El panorama no es nada halagador. Comparte una pequeña chabola con un padre desempleado y una madre que se encuentra embarazada por quinta vez. No tienen cuarto de baño, aunque no carecen de electricidad y teléfono, cosa extraña para quienes viven en un cementerio.
La vida de Ángel David, que no es buena, puede ser peor. Su país, el segundo más pobre de América (Cuba se le está acercando a marchas forzadas), sufre la ingerencia política de la comunidad internacional y sus pobres, que llegan a ser el 70% de su población, se encuentran cada día más desamparados.


Cuando se estableció el toque de queda, decretado por el hoy presidente del Gobierno de Unidad Nacional, la familia llegaba temprano a casa, menos el día 21 de septiembre.
Aquel día, el cobarde de Zelaya, se había refugiado en la embajada de uno de los países ingerencistas (Brasil), y sus partidarios, para celebrar la cobardía, convocaron concentraciones en diferentes zonas de la capital.


No se sabe bien por qué, el padre de Ángel David decidió participar. Menos aun se sabe, por que decidió llevar a Ángel David, de tan solo 13 años de edad.
De regreso a casa, violando el toque de queda, se sobresaltaron ante el ruido que provocaba un vehículo y previendo lo que iba a suceder echaron a correr. No se detuvieron ante la voz de alto. Escucharon los disparos, pero ellos continuaron corriendo (eran el padre, el mayor de los hermanos de 16 años, Angel David y otro de 10), menos Angel que fue alcanzado por uno de los proyectiles.


Mes y medio ha transcurrido antes que el periodista llegue al cementerio. La madre de Angel David lo invita a pasar y le presenta a sus hijos, todos muy bien vestidos para la ocasión. Ella relata su versión de los hechos. “Mi esposo y mis hijos venían andando lentamente y los policías pudieron ver que había niños, pero aun así les dispararon por la espalda”.


No dice que era de noche. No dice que huían ante la presencia de la policía. No dice que estaban desafiando (tal vez inconscientemente) la autoridad. No dice por qué su marido puso en peligro la vida de sus hijos menores de edad.


Angel David sobrevivió lleno de angustia, dolor y miedo. No lloró. Eso no es de hombres en una cultura machista. Estuvo a punto de morir, pero “gracias” a Dios, lo operaron de emergencia en un Hospital Escuela y “gracias” a ese mismo Dios los padres pudieron pagar los medicamentos.


Tampoco dice de qué forma consigueron el dinero, porque siendo tan pobres, se supone que ni ahorros tengan. En el hospital no había agujas, ni esparadrapo, ni algodón, ni suero. Que esté vivo, solo puede ser un milagro de Dios.


La madre continúa su relato: “Un día llegó una fiscal y me dijo; mire, yo soy representante del derecho al menor y usted tiene riesgo de perder a sus niños, porque el culpable de lo que le pasó a su hijo no es el policía que le disparó, sino que es usted. Me dijo que la culpable era yo”.
El periodista recoge solamente, el testimonio de una de las partes.

Para no poner en dudas la veracidad de lo que relata la madre, tan solo una pregunta:


¿Son o no son culpables, los padres de Ángel David, por haber puesto en riesgo (aunque sea por ignorancia) la vida de tres menores, conduciéndolos a una manifestación política en un país convulso, violando el toque de queda?


Un juez, en España, por solamente un problema de obesidad, ordena retirale a los padres, la custodia, de un menor. No hay golpe de Estado, ni toque de queda. Si que hay gente tan, pobres como en Honduras.


Dice el periodista que hay cientos (podía decir miles) de casos parecidos. Puede citar la cantidad de niños menores de cinco años que sufren desnutrición o pésima atención sanitaria y que gracias a la ayuda desinteresada de Dios, han salvado la vida, al igual que Ángel David. Puede citar la cantidad de ingresos aquejados de dengue hemorrágico, pero la falta de medios no depende del gobierno de Zelaya ni de Micheleti, ni de los dos juntos (ambos pertenecen al mismo partido político).


El periodista podía decir que no una ola de violencia, sino un tsunami, da igual, pero de ahí a decir (sin más acá ni más allá) que se producen 14 muertos diarios y un sinfín de detenciones ilegales, es propaganda pura y dura.


¿Por qué, en lugar de entrevistar a la madre de un niño que no murió, fue a entrevistar a las madres de cada uno de los catorce muertos diarios o al sinfín de madres de los ilegalmente detenidos?


La vida en Honduras jamás ha sido buena, ni antes, ni después del golpe.

Existen por el mundo personas que, sincera y cándidamente, piensan que Zelaya iba a resolver los problemas hondureños. Tengo la convicción (por experiencia própia) que un señor feudal, de la catadura de Zelaya, jamás ha pensado en el bienestar del pueblo hondureño. Micheleti tampoco. ¿Verdad P. Ordaz?

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