lunes, 5 de septiembre de 2011

La Batalla de Cangamba (tercera parte)

Un análisis del trabajo realizado por Jorge Martín Blandino

Primera sangre cubana

Solo ha transcurrido la primera hora del jueves 4 de agosto en Luanda, cuando allí se recibe un cable dirigido al jefe de la Misión Militar de Cuba en Angola, con indicaciones precisas del Comandante en Jefe. En el lacónico lenguaje de los cifrados militares, se dice que fue correcto reforzar Cangamba, pero ahora hay más cubanos comprometidos y se impone actuar con urgencia, pues el tiempo es factor fundamental; las dos columnas previstas deben avanzar hacia la aldea de inmediato y subordinar cualquier otro objetivo que sea posible alcanzar a la prioridad máxima: socorrer y liberar a los combatientes cercados.

Leyendo entre líneas, podemos llegar a la conclusión de que el Comandante en Jefe no estuvo muy de acuerdo con el refuerzo de Cangamba. Fidel Castro ordena avanzar a las columnas sin tener en cuenta la imposibilidad de las mismas para llegar a Cangamba a tiempo de socorrer a los sitiados.



Dice el Coronel Orlando Calvo Montes de Oca (Jefe del Regimiento de Helicópteros): “…cuando usted desembarca
tropas, lo hace muy rápido, a veces no llega al minuto, sobre todo si están lloviendo granadas de mortero. En el aproche para aterrizar ya se ve el hervidero en el lugarcito aquel pero no hay mucho para escoger, cuando te decides por un punto tienes que seguir para ahí. No hay eso de que me voy a mover para aquí o para allá, porque además no es uno, sino una formación de helicópteros. Es donde caigas, aunque estén los morteros, no puedes hacer otra cosa. Ahí le averían al H 02 las vigas de los cohetes y las palas. Vamos para Menongue”.

Este helicóptero se encuentra en el Museo de la DAAFAR. Participó en la guerra, desde 1976 hasta el final.


Describiendo como intentaban a abordar el helicóptero, el soldado Jorge Luis refiere: “Tengo que tratar de guindarme primero, de coger la escalerilla y después subir por ahí para arriba. Yo no me siento en condiciones; trato de coger la escalerilla y no puedo, porque están tirando y el helicóptero se mantiene en el aire y en movimiento; toco tres o cuatro veces la escalerilla y cojo miedo de que me vayan a matar allí subiéndome.
Digo: “Bueno, antes de que me maten tratando de subir ahí, que me maten aquí”. El otro compañero dice lo mismo y nos llevan al refugio de nuevo”.

Los jefes cubanos, ignorantes en lo concerniente al empleo de los helicópteros, insistían en que no pusieran las ruedas en tierra. Esa insistencia se debía a la cantidad de documentales (vistos en Cuba) sobre la guerra de Viet Nam y la utilización de los helicópteros por parte de los americanos.
El problema consiste en que los helicópteros americanos UH-1 (los más utilizados en Viet Nam) son tres veces más pequeños que los MI-8 rusos y no tienen tren de aterrizaje, sino esquís o patines. Por eso, la cabina de carga queda a menos de 50 centímetros del suelo cuanto los patines tocan tierra.

Los desembarcos helitransportados sin apoyar los patines en tierra, se efectúan a menos de metro de altura.

Sin embargo, en el caso del MI-8, el piso de la cabina de carga queda a más de un metro de la tierra, con el helicóptero aterrizado. Cuando levanta para despegar y salen los amortiguadores del tren de aterrizaje, la altura desde la puerta de la cabina de carga llega a ser de dos metros. Si a eso le sumamos un metro de altura (vuelo estacionario para no aterrizar), los soldados que se lanzan a tierra, lo hacen desde casi tres metros de altura sobre el terreno. Los que van a subir al helicóptero, en estas condiciones, encuentran que la escalerilla les llega a nivel de los hombros. Es casi imposible, por no decir del todo, embarcar de esta forma.

En el libro de Blandino, el hoy General Escalante dice: “El papel del Estado Mayor de la Misión Militar es fundamentalmente,
además de la información a Cuba, la recepción de los datos y de las órdenes que de allá nos dan, asegurar la operación desde el punto de vista material, con combustible, municiones, etcétera, sobre todo para la aviación. Nos pasamos el día entero recopilando bidones, toda una serie de cuestiones, para asegurar las acciones combativas. Yo estoy en contacto directo con el jefe del Estado Mayor de las FAPLA, N'Dalu, y con el mayor Higinio, que funge como jefe de Operaciones. Todos los días tenemos una reunión por la tarde o por la noche, en la que participa a veces también Pedalé, el ministro de Defensa, para definir qué vamos a hacer y qué necesitamos”.

Pedalé, que es el Ministro de Defensa, participa “a veces”. Tal parece que las tropas FAPLA, que se encuentran combatiendo en Cangamba, no son de su incumbencia.

Nos dice Blandino: “En los aeropuertos de Menongue y Luena, aunque se trata de crear al menos un mínimo de condiciones para el descanso de los pilotos y el resto de las tripulaciones, ya empiezan a hacerse sentir las agotadoras jornadas”.

Hay una redundancia. Me imagino, de parte del escritor. Pilotos y el resto de las tripulaciones. Tripulante es todo aquel que, como define la palabra, tripula algo. Es posible que, al referirse a tripulantes, discrimine entre pilotos y personal técnico de vuelo.

El Teniente Coronel Henry Pérez apunta: “El fabricante dice que el helicóptero no puede volar sin la compuerta de atrás. Esta forma parte de la aerodinámica de la nave, para que el aire pase por allí, se formen los torbellinos y todo lo demás. El avión de carga sí está preparado para eso, pasa rasante, abre la compuerta y
va lanzando las cargas. Pero hay que llevar cosas para Cangamba y ya no resulta posible tomar tierra con los helicópteros. Entonces ideamos emplear el huacal de las bombas, amarrarlo con un cable que llegue pegado al copiloto ¡y les quitamos las compuertas! Pasar por arriba de Cangamba, el copiloto zafar el cable y todas las cosas van para abajo. Decirlo así parece bonito, fácil; pero eso le cambia el centro de gravedad al helicóptero que, además, está volando sin la compuerta y también le está tirando el enemigo. Todas esas cosas juntas son las grandezas de los hombres y del arte militar cubano”.

Henry Pérez es, como se dice en Cuba, un bocón, un paluchero. Siempre lo fue.
Los helicópteros soviéticos de transporte y combate pueden volar sin las compuertas traseras. Tienen una limitante por velocidad en el caso de transportar las palas (aspas del rotor central) en la cabina de carga. Se debe al corrimiento del centro de gravedad del helicóptero, debido al peso y longitud de las mismas.



Mientras las cargas se encuentren dentro de la cabina de carga no hay corrimiento del centro de gravedad del helicóptero. Esto solo ocurre con las palas, cuya longitud llega casi hasta el final del boom de cola. Lo del cable fue un invento absurdo que debía haber evitado el Coronel Calvo.



 


 


 


 


 


 


 

 

 



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