sábado, 17 de marzo de 2018

Votar por un régimen y sus excrecencias

        Votar por un régimen y sus excrecencias


Votar por el Continuismo es depositar la fe en el lado oscuro del materialismo…, dialéctico


A el nunca se le quitó el  mal sabor de boca. La primera vez que votó ya era un hombre hecho y derecho y, a pesar del tiempo transcurrido, las elecciones no le acababan de convencer.
A sus casi setenta anos ya ha escuchado hablar de cédulas vendidas, pero nunca en su vida lo vivió en carne propia. Eso solo conocen las generaciones precedentes, como aquella llamada “del Centenario”. Centenario de que o de quién? Ya no recuerda.

Lo que sí tiene presente es la farsa de muchos diputados que solo pasan por sus circunscripciones días antes de las elecciones. Allí, por donde salen…, nadie les conoce; pocos por medio de una biografía pegada a la pared.

Está cansado de tantas promesas incumplidas por los mismos durante toda su vida. Que si más carne que en Argentina! De que Van Van! No que va, tratan de que entienda que aquellos políticos iban “de punta en blanco”, pero él solo conoce a los que van de verde olivo. A sus setenta anos nunca tuvo oportunidad de votar en la república “mediatizada”. Es más, no sabe, a ciencia cierta, si lo de la mediates se debe a los medios informativos o algo más complicado.

Su padre sí tuvo la oportunidad de votar antes y después. Y el asombro fue tan grande que se le formó un nudo en el estómago. Durante muchos anos había sido castigado a no ser elegido militante del partido, por haber votado en las últimas elecciones presidencialistas. Supuestamente aquellas elecciones apoyaban al régimen de Batista. Su padre no tenía elección. Tenía que votar o arriesgarse a quedar cesante.
Ahora tenía que votar por alguien que vivía cerca, pero que no conocía de nada y que presentaba una biografía insulsa. Los otros por el estilo. Pero lo que más le molestaba a su padre era el no poder, influir con su voto, a decidir quién o quienes presidirían el país. Y se hacía una pregunta: Que tipo de elecciones son estas en que un grupo de personas continúan a ser elegidas permanentemente, aun cuando han realizado mal un trabajo para el cual supuestamente fueron elegidos. Y así una y otra vez.

La vida de su padre, reflejo de otros muchos cubanos y cubanas anónimas, le ha ayudado a entender que las elecciones, en Cuba, carecen de raíz y son tan falsas y accidentales como el proceso que las ha gestado; que no se les puede legitimar de ningún modo.

No es apatía, no. No es desinterés, no. Es falta de pasión y el poco convencimiento en que aquellos en los que han confiado ciegamente durante tantos anos, ahora se despiden de éste mundo dejando el futuro pendiente de una brocha gorda y sin escalera en que apoyarse.

Ahora parece que son pocos los que no han hecho su parte y es por eso que el país, en vez de avanzar, retrocede.Cualquiera tiene la culpa, menos ellos.
Para él, votar por el mismo régimen le provoca exclusión, ilegalidad, inseguridad, trance, pero nunca continuidad, porque no es un proceso genuino, porque supone un imposible de perfeccionar.

De martianas y fidelistas, poco. Mucho de totalitarismo estalinista, nada de marxista o leninista. Que puede significar, un país en la miseria, para el resto de los países del Continente Americano? Una moneda de cambio con la que amenazar al “monstruo imperialista”?

Desgraciadamente, la sociedad cubana (si es que existe algún tipo) no aspira a una sociedad mejor. El conformismo se lo impide. Un régimen enquistado no es la solución al problema cubano. Los quistes deben ser extirpados. Si es posible, de raíz. 
Cual de los supuestos “líderes” tiene apego en la gente? 
Es del todo imposible que tan solo una biografía pueda hacer que 60 mil ciudadanos (de una sola circunscripción) llegue a conocer profundamente a uno solo de los diputados, máxime cuando ninguno fue elegido por los ciudadanos de esa circunscripción.

Cuando uno de esos ninos, que pacientemente “cuidan” las urnas proclaman “votó”, se le revuelve algo en el estómago. La farsa que no la consigue digerir, para que luego venga alguien a invitarle a un café, que no es café y después, tratar de convencerle que Cuba es un país especial y triunfante.

Por eso, repite. Votar por el régimen es hacerlo por una pesadilla recurrente. No vale la pena. 
No lo es, ni por la historia y peor aún, ni por un negro porvenir.



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